Visita a Bodega Balbás

Parece que trabajando en el mundo del vino, más en concreto en una bodega, no es fácil salirse de la tradición. Hay muchas costumbres y procesos que es difícil cambiar por la rueda del pasado. Hace falta determinación y cierto liderazgo, además de una buena formación técnica en enología y gestión de empresa para que segundas, terceras y sucesivas generaciones puedan continuar, innovar y mejorar incluso el devenir de un negocio vinícola.  

Este parece que ha sido el caso de la familia Balbás. Van por la sexta generación y están haciendo un traspaso hacia la séptima, de Juan José Balbás, su mujer Clara de la Fuente y su cuñado Pedro, a dos de las hijas del matrimonio, Patricia y María Balbás.  

Al buen hacer familiar hay que sumar el excelente trabajo que hace Fernando Izquierdo, el jefe de viticultura de la casa. Él fue quien nos explicó que los viñedos están ubicados en unos de los mejores terrenos de la Ribera del Duero (tal como la crítica de vinos Jancis Robinson calificó como el Diamante de la Ribera) buscando diferentes características para distintos estilos de vino. En concreto, los viñedos están localizados en:  

  • La Horra: con suelos arcillosos, poco fértiles y muy profundos, donde la roca madre está a 7 metros de profundidad y las raíces de las cepas crecen a 4 m.  
  • Olmedillo: suelos más franco arenosos sumados a una altitud de 800 metros, buscando frescura y acidez para los vinos.  
  • Hoyales de Roa: terrenos de aluvión de río y gravas arenosas con arcilla fresca en el fondo, de modo que la planta busca el frescor y aguanta más fácilmente los veranos calurosos.  
  • Terradillos: de suelos de arcilla y caliza a 45 cm. Es la zona de más altitud, hasta 900 m, donde se puede notar ya la reducción del ciclo vegetativo.  

Mientras nos enseñaba las cepas en la finca La Malata al grupo de periodistas y profesionales del sector que acudimos a la visita, Fernando explicaba que en Balbás no solo hacen viticultura ecológica, sino también lógica. Esto es: buscan longevidad en las cepas con técnicas como el abono orgánico (empleo exclusivo de estiércol natural), uso de cubiertas vegetales para guardar la humedad, poda respetuosa para que circule la sabia (siguiendo la formación recibida en la Academia de la Poda de Respeto), cultivo en laderas para optimizar la maduración… 

Sabemos que es en la viña donde se hace el buen vino, y pude comprobar cómo hay algunos temas que obsesionan al equipo Balbás para alcanzar esta calidad, como el de la búsqueda del mejor racimo de uvas posible, con una forma compacta y concentrada, huyendo del volumen y el alto grado. Calidad a la que también aporta la recuperación de clones de la variedad Tempranillo de la Ribera del Duero que consiguen en colaboración con el Centro Tecnológico Agrario de Castilla y León (ITACYL).  

Una vez en la bodega, en la que recientemente se han implementado mejoras energéticas y de procesos, Juan José Balbás y Pedro de la Fuente, acompañados de Patricia y María, nos guiaron por distintas zonas de elaboración y guarda, y nos mostraron la incorporación de huevos de hormigón para la crianza de vinos blancos y fudres de madera para un aporte de la madera más sutil y delicado.  

A Juan José le gusta experimentar y nos dejó claro el objetivo que les guía en el trabajo en bodega que es, al estilo de los vinos franceses,  respetar la la personalidad de la viña, mantener su identidad y subliminar el perfil que tienen las uvas de cada parcela porque es único y especial.  

El primer vino que catamos fue La Retama, un blanco de Albillo Mayor, del que solo se producen unas 3.000 botellas y del que ahora mismo se va a vendimiar su cuarta cosecha. Es un vino cremoso, con toques cítricos. Por su buen esqueleto y acidez, se ve que va a evolucionar bien e irá cambiando para contar diferentes historias con el tiempo.  

El segundo vino catado fue Ancestral. Juan José confesó que es un capricho de la familia y explicó que se elabora como se hacían los vinos antes. La etiqueta es un rediseño del primer vino que se embotelló en Balbás e incluso la botella tiene la forma tradicional española, como la primera que se utilizó. Es un perfecto continente para un vino carnoso, con nervio, muy fresco y que muestra abundantes notas de mineralidad. Es el favorito de Pedro, que se declara un romántico pero que a la vez sabe valorar la originalidad de este vino.  

Ya en la comida, en el final de la visita, tuvimos la suerte de catar Botero. Este gran vino se hace con uvas de las viñas del término de Santa Eulalia, ubicado en La Horra, que tienen unos 120 años y proceden de muchos clones distintos de Tempranillo. Es un vino poderoso y robusto. De los de larga sobremesa e interesantes conversaciones. Su etiqueta está dedicada al hilo con el que se cosen las botas para transportar vino, y es que terminamos la visita evocando el inicio de todo: el oficio de botero que dio origen a la bonita consagración de la familia Balbás al mundo del buen vino.  

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