Ser jurado en un concurso de vinos

Esta vez fue la 38 Edición de los premios Baco, que organiza la Unión Española de Catadores (UEC), dirigidos a evaluar en estricta cata a ciegas los vinos participantes en las categorías blancos, rosados, tintos, espumosos y dulces, de cualquier procedencia nacional (Denominación de Origen, Vinos de la Tierra, Vinos de Pago, Vinos de Mesa…) , con el requisito y condición exclusiva de que esté elaborado en la cosecha más reciente, en este caso, la 2023, o sea, solo vinos jóvenes.



Es un ejercicio muy didáctico, estructurado en 3 sesiones de cata, con un pequeño break entre sesiones.

El encuentro fue durante una bonita mañana de mayo en Salón de Actos del IES Hotel Escuela de la Comunidad de Madrid, junto a otros 49 profesionales del sector y miembros de la UEC.

Tuve suerte con la mesa que me asignaron, la 7, de hecho, el presidente de la mesa, que coordina las votaciones de los 6 que éramos en la mesa, tenía mucha experiencia en el sector y nos iba guiando durante todo el proceso.

Había 403 vinos para catar clasificados en 9 categorías, que se fueron dividiendo entre las mesas. Algunas categorías, por ejemplo, eran “vinos blancos de variedades no aromáticas”, ‘vinos tintos de la variedad tempranillo y sus sinonimias”, “vinos blancos de cualquier variedad elaborados en contacto con madera” o “vinos blancos, rosados o tintos semidulces o dulces”.



La cata era ciega, por lo que no podíamos ver las botellas, y obviamente no sabíamos de dónde eran los vinos, la variedad de la uva o su precio. Todo lo que sabíamos era el estilo de vinos que se iban a catar según las categorías establecidas.

Siempre cato concentrada, pero esta vez, dada la importancia que supone para un vino el conseguir un premio que pueda suponer un reconocimiento y un buen impulso a nivel comercial, mi concentración y responsabilidad fue aún mayor de lo
habitual. Buscaba en cada sorbo ese equilibrio, esa complejidad, esa intensidad de aromas y sabores y en conjunto un perfil con carácter y complejidad.

Respecto a la dinámica, cada jurado teníamos en la mesa una carpeta con las fichas de análisis sensorial y nuestro número de juez asignado. Después de que los alumnos del hotel escuela nos iban sirviendo cada vino rellenábamos con puntuaciones una serie de atributos referentes a las distintas fases de la cata, vista, olfato y gusto. El presidente recogía las fichas de toda la mesa y hacíamos un pequeño comentario sobre el vino y sus posibilidades de premio en el concurso.

A menudo, oíamos aplausos desde las otras mesas, y comentamos que sería que se habían encontrado con puntuaciones altas por unanimidad y se auguraba un oro para el vino que recién habían catado. No hubo aplausos en mi mesa….Para
mi, al ser vinos muy jóvenes y con poca o ninguna crianza, se me hacía difícil destacarlos o diferenciarlos claramente, y solo pude encontrar 5 o 6 vinos que me gustaron mucho de entre todos los catados.

Rematamos la jornada con una comida rica y bien servida en el mismo hotel escuela y con el saludo del entrañable director de la UEC, Fernando Gurucharri, que recientemente ha pasado el relevo a mi querida Marina García, con la que espero poder coincidir en futuras ediciones de este u otros concursos de vino. Fue un gustazo!!

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