No hay nada más bonito en el mundo del vino que aprender cada día y descubrir nuevos matices en vinos que nunca habías probado. Conocer sobre el atlas de sabores y elaboraciones lleva tiempo, dinero y mucho entusiasmo y ganas de saber más y más….Si a esto le unes un espíritu juguetón y gusto por los retos, llega un momento que te apetece empezar a probarte a ti mismo y catar a ciegas, esto es, sin saber a priori qué vino tienes delante.
Alguien cómplice cubre las botellas, las descorcha y sirve una pequeña cantidad en una copa…La idea es intentar descubrir de qué variedad está hecho el vino, en qué zona…qué paisaje describe e incluso de qué añada es.
Ahí empieza el examen sensorial…fase visual: a ver qué pistas dan el color y la densidad del vino….Fase olfativa: bien de remover la copa para que el vino se exprese en todos sus aromas… qué categorías de aromas encontramos? indicios sobre su crianza? ….Un par incursiones olfativas al centro y borde de la copa….seguimos añadiendo pistas…Fase gustativa: un primer sorbito, un trago que movemos en el interior de toda la boca e incluso tragamos en parte para evaluar persistencia y retrogusto….Y se abre la caja registradora en tu cabeza! Yo personalmente lo visualizo como aquellos directorios rotatorios de las secretarias en las películas antiguas…empiezan las fichas a girar y vas sacando aquellas en las que encuentras elementos comunes al vino que analizas. Tiras de ese hilo…y voilá…ya tenemos alguna opción que poner sobre la mesa.
Por eso es importante crearse una buena “caja registradora” que vas enriqueciendo con el tiempo y donde se almacenan virtualmente todos los asientos y apuntes de los vinos catados conscientemente y bien anotados en tu memoria, en plan “mindful”…como siempre digo, lo más importante al catar un vino es pensar!! Y si eres disciplinado, es muy buena opción anotar todo en buen cuaderno de cata al que puedas regresar de vez en cuando y revivir esas sensaciones.
Es un ejercicio súper educativo, que fija referencias y te libera de prejuicios de marcas y etiquetas que muchas veces nos hacen percibir los vinos de la forma en la que el elaborador, la popularidad, o incluso el crítico de turno nos han persuadido a valorar de una determinada manera. Torres más altas han caído!
Es muy curioso como para españoles y profesionales del mundo en España muchas veces son los vinos españoles los que más difíciles resultan de identificar catando a ciegas. En los últimos 30-40 años estuvo de moda en el mercado y entre los viticultores implantar las variedades “nobles” internacionales, cabernet sauvignon, merlot, pinto noir, chardonnay…. en detrimento de las variedades locales, que es lo que da identidad y valor a una zona…Suerte que cuando se ha visto que no salía bien del todo, hemos vuelto a las variedades locales buscando la tipicidad y la diferenciación….pero esto ya es tema para otro post.